Luz María Villegas
José Gregorio Rodríguez Programa RED
Universidad Nacional de Colombia


La educación para la prevención se mueve en dos extremos que es necesario conciliar y explorar las posibles alternativas para su desarrollo: por un lado se encuentra la tendencia más generalizada, en la que predomina la respuesta, donde se indica, a manera de recetario, el comportamiento que se espera de cada individuo antes, durante y después que el evento se presente; de otro lado, están aquellos que consideran que en la medida en que se conceptualicen las causas y consecuencias de cada fenómeno, haciendo énfasis en las explicaciones de orden científico y técnico para cada uno de ellos, es suficiente para lograr un cambio de actitud en las personas. Ninguna de estas dos maneras de abordar el tema en forma aislada nos llevará a lograr una cultura de la prevención, por tanto, debemos intentar otros caminos que logren un cambio de actitud, un conocimiento de la problemática local y una relación armónica con la naturaleza.

educación en y para la prevención va más allá de entender y explicar las causas y consecuencias de los fenómenos de origen natural o antrópico, y no será de utilidad social si no es llevada a la práctica a través de programas o proyectos concretos, considerando el contexto específico (institución, barrio, localidad o ciudad) y los actores involucrados en el proceso.

temprano aprendizaje de los principios básicos de la mitigación de desastres puede motivar una mejor comprensión a lo largo de toda la vida, de manera que cada sujeto pueda contribuir positivamente en la formulación de estrategias para la mitigación. De igual modo, los niños pueden compartir esta información con sus padres y con otros adultos de su comunidad (Institución de Ingenieros Civiles del Reino Unido, 1999: 116).

Cuando se han emprendido en muchos casos “proyectos” de educación ambiental y de educación para la prevención en forma aislada y descontextualizada, se han quedado en simples actividades cuyos resultados son efímeros y no logran un verdadero cambio en el comportamiento de los estudiantes, pues se reducen a “campañas” poco perdurables en el tiempo.

Existe la tendencia a confundir el abordaje de un problema con la solución del mismo, es por eso que se percibe cierto nivel de frustración cuando estudiantes y profesores inician el proceso de explicar, documentar, observar una situación que se presenta en la comunidad o en el entorno local y su incapacidad o imposibilidad de resolverlo, olvidando que la función de la institución educativa es antes que nada de índole pedagógico, por tanto, se pueden plantear diversas alternativas de solución, pero sin duda corresponde a otras instancias la responsabilidad de darle una salida temporal o definitiva a la problemática. Por ejemplo, si se estudian las inundaciones que año tras año se presentan en una zona determinada de la ciudad, en donde varias familias se ven afectadas, el papel de los estudiantes y de los profesores es analizar la complejidad de la situación, en donde elementos de tipo social, económico y político entran en juego, pues muchas de las familias, aun a sabiendas de que se inundarán sus viviendas, permanecen allí, muy seguramente porque no tienen otra alternativa de alojamiento. Es claro, entonces, que ni los estudiantes, ni los profesores podrán solucionar el problema a estas familias, pero sí pueden lograr que se analice el problema en su conjunto y se propongan algunas posibles salidas para mitigar el riesgo o para erradicarlo con la participación de la misma comunidad, de las autoridades o del sector privado.

Cuando nos referimos a la cultura de la prevención, estamos pretendiendo que elementos de tipo conceptual y actitudinal nos lleven a comportarnos de tal o cual manera para minimizar los riesgos individuales y colectivos de los cuales ya se ha tomado conciencia y que entran a formar parte de nuestra vida cotidiana.

Por lo general se entiende por prevención del desastre a aquellas actividades que son llevadas a cabo antes que el acontecimiento crítico tenga lugar o que mitigan su impacto de manera que previenen o reducen el daño a un nivel manejable o soportable por la sociedad. La prevención parte de la hipótesis de que el fenómeno existe, que hay que convivir organizadamente con él y enfrentarlo de forma tal que impacte lo menos posible (Herzer, 1994: 9).

La experiencia del más de 13 años del Programa RED de la Universidad Nacional de Colombia en el proceso de acompañamiento a las instituciones educativas de diversos lugares del país, sirve de soporte para proponer el diseño, ejecución y sistematización de proyectos educativos abordados interdisciplinarmente, con un alto contenido de investigación y de carácter curricular, como un camino viable para iniciar un proceso de búsqueda del conocimiento acerca de los factores de riesgo, de los niveles de vulnerabilidad o susceptibilidad que pueden afectar a las personas o a las comunidades en caso de presentarse un evento (amenaza) de origen natural o tecnológico.

El maestro puede analizar con el grupo de estudiantes qué comportamientos individuales y colectivos aumentan la vulnerabilidad de las personas en el aula de clase, en el patio de recreo, en la calle, en el parque, en la casa, en el transporte colectivo, de manera tal que la suma de esas pequeñas cosas van configurando un comportamiento preventivo, que se espera sea interiorizado por el estudiante, lo mantenga, lo practique y lo transmita a otras personas.

Como no es posible intervenir en la dinámica propia de la naturaleza, no podemos evitar que se presenten diversos fenómenos (terremotos, vendavales, inundaciones), entonces para reducir o mitigar el riesgo la alternativa de mayor impacto consiste en disminuir la vulnerabilidad a través de múltiples acciones de tipo legal (códigos de construcción); de planificación (ordenamiento territorial) o de reubicación de viviendas a zonas más seguras; la educación, la capacitación y la información pública se constituyen en las herramientas más importantes para disminuir la vulnerabilidad. La investigación acerca de las amenazas, la vulnerabilidad y el riesgo es el soporte para todo el proceso, pues aporta los elementos necesarios para entender y orientar las acciones y medidas que se tomen.

El objetivo central de una educación basada en la investigación de la amenaza, la vulnerabilidad y el riesgo es involucrar de manera sistemática, coherente y acorde con las circunstancias reales del contexto local, elementos teóricos y prácticos sobre las temáticas asociadas a la prevención de desastres de origen natural o tecnológico, para que los niños y los jóvenes modifiquen sus imaginarios o percepciones acerca del riesgo y puedan asumir actitudes preventivas en diversas circunstancias de la vida.

Para lograr este objetivo se deben realizar actividades simultáneamente, en cuatro dimensiones:

  • Conceptual. Documentar y trabajar en forma teórica y práctica los elementos conceptuales que expliquen las causas y consecuencias de cada fenómeno y su relación con el tema ambiental.
  • Investigativa del contexto local. Realizar investigación y apoyarse en salidas de campo con los niños y jóvenes, que permitirá acercarse y documentar la realidad circundante y establecer las diversas percepciones e imaginarios sobre el riesgo que tienen los habitantes de las zonas de mayor peligro, así como los imaginarios de los estudiantes, los maestros y los padres de familia. A través de la observación directa de la realidad, el levantamiento de registros, la indagación con los habitantes, la elaboración de mapas, se puede establecer el nivel del riesgo y grado de apropiación que las familias expuestas han asumido, así como las medidas preventivas para minimizar los efectos y reducir la vulnerabilidad de los habitantes en relación con la amenaza estudiada.
  • Curricular y pedagógica. Involucrar en el currículo de las diversas asignaturas elementos relacionados con el tema con base en las condiciones de amenaza, vulnerabilidad y riesgo existentes en la región en la cual está inmersa la institución educativa. En este punto y a través del trabajo por proyectos de investigación se podrá explorar la realidad e ir estableciendo esas condiciones de riesgo a las que pueden estar expuestos los habitantes del barrio, localidad, vereda o municipio.
  • Práctica. Con base en el conocimiento construido y la información recolectada a través de los tres procesos anteriores, diseñar y poner en práctica planes de acción concretos relacionados con las medidas anticipadas que se deben tomar en caso de que ocurra un evento de origen natural o tecnológico. Se pueden abordar al menos tres tipos de planes a) el familiar, b) el escolar y c) el comunitario.

El proceso de investigación en el que participan niños, jóvenes, maestros, padres de familia y otros miembros de la comunidad, se constituye en la metodología para el desarrollo del trabajo en la medida en que todos como equipo están en permanente descubrimiento de su realidad local. De esta manera adquiere sentido lo que se aprende, pues está hecho con base en un conocimiento que se construye colectivamente y que se asocia con actitudes y comportamientos concretos frente a determinada situación de riesgo. Cada una de las dimensiones expuestas aborda en sí misma elementos teóricos, pedagógicos, curriculares, de investigación y de acción. Por ejemplo, para elaborar un mapa de riesgos del entorno, se requiere de un proceso de búsqueda de información, de salidas de campo para reconocer la zona, de entrevistas a los habitantes, de elementos conceptuales desde las disciplinas (geografía, matemáticas, lenguaje, historia, ciencias naturales, etc.).

En la medida que el proceso de investigación-acción va dando resultados sobre la situación de riesgo del entorno se va involucrando en el currículo este nuevo conocimiento local, y se establece la jerarquización, secuenciación y profundización de esos nuevos contenidos, que estarán dando respuesta a las necesidades de los estudiantes como integrantes de una comunidad con situaciones de riesgo concreto, que por su complejidad requiere ser abordado interdisciplinariamente.



Referencias bibliográficas

HERZER, Hilda (1994). Los desastres: consideraciones conceptuales. En: Conferencia Interamericana sobre Reducción de los Desastres Naturales. Cartagena.
INSTITUCIÓN DE INGENIEROS CIVILES DEL REINO UNIDO (1999). Megaciudades: reduciendo la vulnerabilidad a los desastres. Perú: ITDG.
VILLEGAS, Luz María, RODRÍGUEZ, José Gregorio y BETANCOURT, Julián. Incorporación del componente de riesgos en la escuela. CD-ROM. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Programa RED. 2004