Por: Diego Marín Contreras

Estado del tiempo: lluvioso, evidentemente. Uno teme que, en cualquier momento, la ciudad salga flotando sobre las aguas del arroyo, como un arca de Noé con animales y todo. Pero, claro, sin Noé, que está ocupadísimo trabajando en El Todopoderoso 2, mientras Carrizal se desploma y el ama de casa se desloma. Cientos de viviendas, miles de personas afectadas, y el diluvio no cesa. Incesante dilema, para pensar visceralmente en él, como lo han pensado los estudiantes del Colegio Marco Fidel Suárez, quienes desde hace años vienen investigando los arroyos en Barranquilla, ¡qué ejemplo, qué lección de pensamiento urbano!

Porque la dichosa emergencia invernal debe tener otro nombre. ¿Cómo se llama –come si chiama, diría don Vito Corleone– cuando un fenómeno se presenta, un año tras otro, década tras década, sin que nadie haga nada para solucionarlo, para pensarlo siquiera, oye, ni los políticos en campaña, come si chiama cuando estudios y más estudios han reiterado que el problema fundamental de la ciudad, el que la paraliza y la hiere de muerte, el que afecta todo su desarrollo industrial y comercial, social y humano, son los arroyos, y en vez de tomar medidas eficaces para enfrentar ese malestar endémico, se decide arbitrariamente que es más importante invertir miles de millones en el supernegocio del Transmetro o en 73 cámaras que realizarán, en últimas, un documental titulado ‘Lo que el arroyo se llevó’, con premio de Mincultura? Eso no se llama emergencia, estoy seguro. Ponle tú el nombre, lector. O quítate tú pa’ ponerlo yo, quítate tú...

O mejor ponle un estudio que va a costar un millón de dólares para ver qué se hace con los arroyos, para saber qué debe hacer Barranquilla los próximos veinte años con el general invierno. ¡Otro diagnóstico! Mientras tanto, en el arca de Noé, hay unos personajes del día que dan lecciones de creatividad sin necesidad de recurrir a ningún estudio. Son esos que atraviesan tablas en la mitad del arroyo para que los transeúntes, esos acróbatas del Cirque du Soleil, puedan pasar de una acera a la otra por unas monedas de Judas. El famoso conferencista mexicano Miguel Ángel Cornejo cuenta que la primera vez que vino a Barranquilla lo impresionaron de tal manera estos personajes que se bajó del taxi donde iba, les tomó fotos, las incorporó como diapositivas a sus presentaciones, y de ahí en adelante, en cualquier charla que dicta por las ciudades más lejanas del mundo, muestra estas fotografías, explicando que hay una ciudad de Sur América, llamada Barranquilla, donde frente a las aguas turbulentas de los arroyos, fruto de la falta de planeación, hay hombres con la suficiente dosis de creatividad e iniciativa empresarial como para darle la vuelta a la realidad, como para enfrentar el turbulento asunto convirtiendo la debilidad en fortaleza, el handicap en average, el problema en solución.

Sin más estudios millonarios, ellos, los estudiantes del Marco Fidel Suárez, los empresarios del arroyo, los acróbatas, y esas valientes mujeres, esas guerreras de Carrizal que se desloman mientras sus casas se desploman, son el ejemplo a seguir. Se le miden al general invierno, no a veinte años, sino hoy mismo, que es como se enfrenta la vida. Ellos son Noé en su arca. Son dignos de todo honor y toda gloria, y El Todopoderoso ya los tiene en su reino. Amén, Barranquilla.